viernes, 4 de julio de 2014

Grabaciones y sampleo / Fantasmas y zombies

"El sampleo es extraño. Pero más extraño todavía es lo rápido que nos hemos acostumbrado a él", escribió el crítico de música Simon Reynolds en su libro más reciente: Retromania: Pop Culture's Addiction to Its Own Past. Música armada con fragmentos de canciones se ha vuelto parte de la cotidianidad de nuestra escucha y pocos se detienen a pensar en lo creepy de estar rodeados de sonidos a lo monstruo de Frankenstein. 

Pensemos en esto: las grabaciones logran separar la voz humana de su cuerpo, y al inició los fonógrafos tenían como pretensión primaria lograr una especie de inmortalidad: que nuestras voces fueran escuchadas por lo aun no nacidos y que nosotros pudiéramos escuchar la voz de nuestros muertos. Preservar las voces de los seres queridos después de muertos fue objetivo de Edison al vislumbrar su fonógrafo, y más aún, se jactaba de que su invento podía reproducir el sonido sin la presencia ni el consentimiento de la fuente original. Como la fotografía, el fonógrafo, es una mascara mortuoria de la realidad. 

La costumbre a los discos, y ahora a la música digital, nos ha acostumbrado a vivir entre fantasmas. Pero aún hay de repente canciones o discos enteros que generan escalofríos y nos regresan a la reflexión sobre las voces muertas. Un caso es "Caermaen" de Berbury Poly incluida en un album del 2005:


Sobre ella, Reynolds: 
[...] Cualquiera diría, al escuchar la rara dicción y la deteriorada textura del sample -semejante a un papel amarillento y crujiente-, que ese quejumbroso cantante de folk inglés fue grabado muchas, muchísimas décadas atrás. El misterio neblinoso de la voz emite señales que convocan al oyente, pero el sentido siempre se escapa: por mucho que uno abra y agudice el oído, no logrará descifrar ni una sola palabra". Enmarcado en un arreglo electrónico y a la vez medieval, "Caermaen" es bastante fantasmagórico en sí mismo. Pero cuando averigua la historia que tiene detrás, se vuelve verdaderamente espeluznante. Jim Jupp, de Belbury Poly, descubrió al cantante -Joseph Taylor, cantando "Bold William Taylor"- en un CD de música tradicional inglesa. La interpretación había sido originalmente capturada en 1908, en un cilindro de grabación hecho por el coleccionista de canciones folk Percy Grainger. Jupp sampleó la melodía completa y luego "le cambió la velocidad y el tono, y la recosntruyó como una melodía diferente con una letra ininteligible". Efectivamente: hizo que un hombre muerto cantará una canción completamente nueva. Alguien medianamente supersticioso habría titubeado, por lo menos, antes de tomarse semejante libertad".


Y es que si las grabaciones comunes son espeluznantes, el sampleo duplica la sobrenaturalidad. Muchas veces nombrado como collage musical, el sampleo implica el uso de grabaciones para hacer una nueva; implica una rara mezcla de viaje en el tiempo y sesión espiritista; implica tomar segmentos y forzarlos a sonar y encadenarlos a otros segmentos. Por ello, el sampleo está muy cerca de la esclavitud. De nuevo Reynolds: "trabajo involuntario separado de su medioamabiente original y puesto al servicio de otro contexto con el objeto de generar ganancias y prestigio para otros". Curiosamente, en las discusiones sobre derechos de propiedad, copyright, propiedad intelectual, etc., los "rebeldes" y la academia izquierdista suelen ponerse a favor del sampleo sin ignorar la carga de esclavitud -al menos simbólica- inherente a esa práctica.  Pero no nos ocupemos de esa cuestión política por ahora, sino en la unión metafórica del fantasma en la grabación y la esclavitud en los sampleos que da como resultado zombies sonoros mordiendo al escucha por todos lados.

Uno de mis héroes musicales, Michael Jackson, se auto-zombificó en 1982 con su conocidísimo video musical Thriller. No era más que buen maquillaje, una coreografia sorprendente y un final que lo revelaba más hombre lobo que otra cosa. Pero fue el canadiense John Oswald quien realmente convirtió a Micheal en un zombie, en uno de los los esclavizados por brujos haitianos, al convertir la canción Bad en Dab y al transformar la pretendida imagen masculina del cantante en un hermafrodita de bikini amarillo. Esto se escuchó por primera vez en 1989:


No viéndonos tan tradicionalistas, podríamos considerar lo de Oswald un ejercicio, un juego o una travesura inofensiva. Más como una incursión artística, al estilo readymade de Duchamps o una versión audio del pop art de Warhol, que un propuesta musical. Lo cierto es que con el desarrollo de nuevas tecnologías, no estamos lejos de que de que las computadoras puedan imitar totalmente el timbre y las formas vocales de estrellas difuntas. 

La posibilidad de seguir disfrutando (¿explotando?) el talento después de la muerte es ya una realidad como también nos lo muestra Michael Jackson. En mayo 13 del 2014 se dio a conocer por completo el nuevo disco póstumo del artista, y toda esta divagación surge a partir de dicho disco. No ha habido poder que me detenga a escucharlo una y otra vez. XSCAPE no podría ser un mejor nombre para un album con el que el muerto Michael logra "escapar" y cantar un par de rolas a lado de Justin Bieber y Justin Timberlake. Otro dato curioso y en relación con lo que venimos delineando es que Xscape incluye un re-ensamble de la canción A horse wiyh no name, un éxito reconocible del grupo America. La canción es evidentemente la misma pero con letra cambiada, A place with no name se ha convertido en mi favorita del disco. 



Sin poner en duda la calidad musical del disco (ni tampoco de la avaricia de productores y familiares), está totalmente permitido que nos cuestiones si ése es un trabajo de Jackson o más bien es una explotación de viejas grabaciones que él nunca quiso dar a escuchar (sabemos que era bastante perfeccionista), o peor: se trata de una manipulación y tejido se sus vocalizaciones con artistas como Timberlake.  Si ya no es más que una masa no-humana en descomposición, poco debe estar preocupado por ser irrespetado, privado de sus derecho e incluso recordado, sin embargo, no es así para todos. Muchos clavados se preguntan si haber reanimado a Micheal responde a propósitos nobles y de entretenimiento y no una simple prerrogativa personal y amoral; y otros aún más clavados fans han intentado imponer una demanda en contra de la productora Epic Records que volvió en post-humano a su ídolo.

¿El espíritu de Jackson intervino en las canciones que ahora bailo con tanta felicidad? Y si no lo está, ¿cómo fans tenemos derecho a demandar a favor del respeto de su imagen? A mí, la verdad, me importa poco ya que en la nostalgia por Michael me alegra escuchar algo nuevo, pero con esa misma nostalgia me interesa pensar sobre aquel pasado, en este caso musical, donde el aura de la música era evidente en los guitarrazos y pasitos hacia atrás, cuando no se desdibujada en los loops y en el Pro Tools. Desde  las voces fantasmas en toda grabación hasta el caso de Xscape, todo nos lleva a cuestionarnos sobre la nueva industria musical, sobre la sensación que deja a la vieja escuela de escuchas y el cambio radical en la forma de disfrutar la música de las nuevas generaciones. Como sea, como material de reflexión teórica, todo esto está bien bueno. 

lunes, 2 de junio de 2014

Filosofía, exhibicionismo y frivolidad [I]

"...
De forma coherente con la intencionalidad de los objetos, el tema de mi tesis para obtener el grado de licenciada me encontró a mí más que yo a él. Mi enamoramiento por el autor central de mi trabajo llegó de manos de la primera persona con la que viví un amor de esos épicos: increíble, romántico, trágico e histérico en su final… en fin, se entenderá que era yo joven e ingenua. He cambiado: ahora tengo más años. 

Así, el libro De la séduction fue un regalo navideño y mi primer acercamiento a JEAN BAUDRILLARD. Ese libro me maravilló —supongo que sería más correcto decir que me sedujo— por la forma directa y dura con la que me hablaba, su crítica al feminismo y a las mujeres, sus verdaderas técnicas de seducción que incluyen la renuncia a toda moral y a la vida misma de quien seduce, su personalidad egocéntrica plasmada en cada hoja de sus libros, el ataque directo al conformismo intelectual, la forma en la que se burlaba del marxismo, del psicoanálisis y de sus colegas —incluso de los más afamados como por ejemplo Michel Foucault—, la confianza en el valor de sus propuestas, el ser un “outsider” y su pensar solitario. 

Debí verme muy interesante en la Cineteca Nacional de la Ciudad de México leyendo aquel libro, De la seducción, al menos para aquel otro hombre que me hacía vibrar en aquella época pero con el que no puede ni quise traspasar ningún límite. Bien lo dijo Franz Kafka: “A partir de cierto punto no hay retorno... Ese es el punto que hay que alcanzar”. Yo aún no estaba consciente de eso y por ello no le mandé en una caja mis ojos cuándo mencionó lo hermosos que eran. Eso le hubiera mostrado, al estilo fatal baudrillardiano, lo románica que era. Pero, contando con menos edad era más aprensiva a mi visión; ahora estoy dispuesta a entregar algunas dioptrías de las que me quedan si alguien me las pide de buena manera.